El día anterior al que nos toca hablar del monstruo, nos llevamos a casa "el monstruo de los colores", un muñeco de papel plastificado, con pinta de monstruo y pintado de colorines. Ese monstruo nos avisa (a nuestros padres, más bien), de que al día siguiente nos toca presentar al monstruo que hayamos elegido.
Cuando mi mamá ya pensaba que se había quitado el asunto de los monstruos de encima, con la sesión dedicada al Cookie monster, el monstruo de los colores regresó a nuestro hogar. Es cierto que lo supimos con antelación (si no, menuda faena), así que dispusimos de un par de días para preparar el segundo monstruo elegido.
En ese momento yo andaba emocionado con la película "Lluvia de albóndigas 2" y, por supuesto, el monstruo debía ser uno de sus personajes. Suerte tuvo mi madre de conseguir conformarme con hacer la Burguearaña (porque mi primera opción era el tacodrilo), así que nos pusimos a ello: un pan de hamburguesa reseco, limpiapipas pintados de amarillo, ojos de pegatina, cartulina, post-it y plastilina (vamos, lo que teníamos por casa) dieron forma a la burguearaña cutre pero digna que llevé al colegio.
Días después llegaría también el Man Puerro, que mi teacher pidió encarecidamente a mi madre que se fuera con nosotros a casa el fin de semana (bastante olía la clase a puerro ya).