El otro día, como nos íbamos a ir de excursión al extranjero, mis papás tuvieron que sacarme el DNI. Tuvieron que hacerlo todo a última hora deprisa y corriendo, pero al final lo consiguieron y ya no soy un indocumentado.
Primero me llevaron a un fotógrafo para que me hiciera una foto digna. Mi mamá se pensaba que iba a tener que atarme con correas a la silla para que me estuviera quieto, pero nada más lejos de la realidad: me subieron al taburete y posé como un profesional. La primera foto fue la buena. Yo es que es ver una cámara y darlo todo. No sé a quién habré salido.
Después, con todos los documentos que mi padre tuvo que ir a solicitar en bicicleta por media ciudad, fuimos a la comisaría. No pudieron tomarme las huellas dactilares porque nos dijeron que hasta el año los bebés no las tenemos visibles (o la máquina no las registra, vamos), así que ni me pringué de tinta ni nada. Nos comentaron que sí que se registran las de los pies pero que, claro, hacer eso con un bebé resulta demasiado follón, así que nada. Casi mejor, porque si hubieran pretendido hacer eso conmigo seguro que la cosa no habría salido tan rápida como la foto.
Unas cuantas preguntas, dos fotos, diez euros, y ya tenía carné. Mis papás dicen que parece que lo hayan comprado en una feria. La verdad es que entre mi foto y las tres rayas que me han puesto como firma, el documento muy serio no parece. Pero tendrá que valer hasta dentro de cinco años.
Primero me llevaron a un fotógrafo para que me hiciera una foto digna. Mi mamá se pensaba que iba a tener que atarme con correas a la silla para que me estuviera quieto, pero nada más lejos de la realidad: me subieron al taburete y posé como un profesional. La primera foto fue la buena. Yo es que es ver una cámara y darlo todo. No sé a quién habré salido.
Después, con todos los documentos que mi padre tuvo que ir a solicitar en bicicleta por media ciudad, fuimos a la comisaría. No pudieron tomarme las huellas dactilares porque nos dijeron que hasta el año los bebés no las tenemos visibles (o la máquina no las registra, vamos), así que ni me pringué de tinta ni nada. Nos comentaron que sí que se registran las de los pies pero que, claro, hacer eso con un bebé resulta demasiado follón, así que nada. Casi mejor, porque si hubieran pretendido hacer eso conmigo seguro que la cosa no habría salido tan rápida como la foto.
Unas cuantas preguntas, dos fotos, diez euros, y ya tenía carné. Mis papás dicen que parece que lo hayan comprado en una feria. La verdad es que entre mi foto y las tres rayas que me han puesto como firma, el documento muy serio no parece. Pero tendrá que valer hasta dentro de cinco años.
Por cierto, la excursión fue en avión y me porté bastante bien durante mi primera experiencia aérea. Di que mis padres me durmieron a la primera de cambio y el rato que estuve despierto no pararon de hacerme tontadas para entretenerme, pero el caso es que llegamos, volvimos, y no se les han quitado las ganas de hacerlo otra vez.