El otro día fue mi cumpleaños, el primero, y mis papás prepararon una comida familiar para celebrarlo. Casi me vuelven loco con tanto juguete, tanto beso y tanto "¿Cuántos añitos tieneeees?". Si no me lo preguntaron cien veces no me lo preguntaron ninguna. Mis padres llevaban dándome la paliza con eso desde el verano, creyendo que no íbamos a llegar a tiempo de hacer la tontería en la fecha señalada, así que la última semana les dejé bien clarito que ya sabía levantar el dedito a la perfección en respuesta a su pregunta y se quedaron más tranquilos.
Para lo que no me prepararon fue para lo de la tarta y la vela. Ni para escuchar a toda mi familia cantando a grito pelado el Cumpleaños feliz al unísono. Cuando me plantaron delante esa cosa brillante y parpadeante, cuando todos me convirtieron en el centro de atención y comenzaron a decirme "sopla, sopla", empecé a no entender nada. Y acto seguido, me eché a llorar. Jolines, que sólo tengo un añito, un-a-ñi-to, creí que eso había quedado más que claro. ¡No se me puede someter a tanta presión!
Para lo que no me prepararon fue para lo de la tarta y la vela. Ni para escuchar a toda mi familia cantando a grito pelado el Cumpleaños feliz al unísono. Cuando me plantaron delante esa cosa brillante y parpadeante, cuando todos me convirtieron en el centro de atención y comenzaron a decirme "sopla, sopla", empecé a no entender nada. Y acto seguido, me eché a llorar. Jolines, que sólo tengo un añito, un-a-ñi-to, creí que eso había quedado más que claro. ¡No se me puede someter a tanta presión!