jueves, 10 de marzo de 2011

la carta a los Reyes Magos


Esta es la carta que escribí a los Reyes Magos (con ayuda de mis papás, que soy espabilado pero no tanto). Como después de escribirla cambié de opinión un montón de veces sobre lo que quería pedir, mis padres enviaron a los Reyes un correo electrónico con los últimos cambios a ver si había suerte. El correo decía así:

Queridos Reyes Magos:

Mateo quiere, si es posible, que se añada a la lista de su carta los siguientes regalos:


Un camión de bomberos

Un autobús

Un coche de carreras

Un avión

Un cohete

Una cocinita

Un cuento


Muchas gracias. Un besito para cada una de sus Majestades y para los camellos.


Mateo.


Pero, además de enviar el correo electrónico, le entregué mi cartica al paje real, que curiosamente estaba en un centro comercial de la ciudad. No fuera a ser que los Reyes Magos no estén muy puestos en nuevas tecnologías...

el disfraz de pirata


Este año mis padres han tenido la decencia de disfrazarme para Carnaval como es debido y no utilizar ninguna bolsa de basura para ello. Aunque me he librado por los pelos, que conste.

Al principio me dio por querer disfrazarme de pingüino, pero como escuché a mi madre en una ocasión diciendo algo así como "bueno, le pegamos un redonchel blanco a una bolsa de basura y ya está..." decidí cambiar de apetencia y les dije que quería disfrazarme de pirata. A ver si había narices de hacerme un disfraz de pirata con una bolsa de basura, ¡hombre!

Tuve suerte de que Liat se había disfrazado de pirata el año pasado y Galia, su mamá, me dejó casi todo el disfraz, que si no ya te digo yo que me plantan la bolsa en alguna parte. Pero tampoco me voy a quejar. Mis papás se portaron bien esta vez y resulté un pirata de lo más digno, con garfio, sombrero y todo.

El sombrero me lo compró mi madre en una tienda de disfraces. El señor vendedor le dijo que, como igual me iba un pelín grande, le podía cerrar un poco el agujero con unas grapas. "No se preocupe usted que no le irá grande...", le soltó mi madre. Y, efectivamente, de grande nada. Lo mío con los sombreros es la historia de siempre: demasiada cabeza. De hecho, en el cole este año nos hemos disfrazado todos de cocineros (cocinamos pestiños, que nos salieron buenísimos) y yo tuve que ir con el gorro que hicimos (blanco de cartulina, con macarrones de colores pegados) en la mano todo el día porque, según palabras textuales de mi profe, Mariángeles: "se te cae porque tienes la cabeza demasiado gorda". Claro, debieron utilizar el mismo tamaño de cartulina para todos y a mí se me quedaba corto...

Volviendo al disfraz de pirata, me lo puse el domingo de Carnaval. Ese día quedamos con los amigos de mis papás y sus hijos para ir a un desfile que se hacía por la ciudad y me lo pasé pipa. El chaleco del disfraz se me caía todo el rato, pero gracias a que mi yaya Azu es muy apañada y llevaba imperdibles en el bolso, lo sujetamos bien y ya aguantó el resto del día bastante bien. El garfio lo terminé utilizando de saxofón pero, a parte de eso, puedo decir que el disfraz fue todo un éxito.

los Reyes Magos

Ya sé que es una vergüenza subir un post sobre los Reyes Magos casi a mitad de marzo, pero ya he dicho en otras ocasiones que soy un niño (ya no bebé) de lo más ocupado. Así que más vale tarde que nunca. Por no liarme mucho, os diré que pasé bastante de los tres monarcas.

La cabalgata volvió a no gustarme nada. Este año ni los camiones de la basura evitaron que me cogiera un berrinche, y, claro, los tres abuelos allí en reunión (sobre todo las dos abuelas) se hacían cruces. Tener un nieto que se cogiera un choto viendo pasar la cabalgata de los Reyes Magos era algo que no entraba en sus planes, creo.

Por la noche, mis padres casi tuvieron que sacarme de las orejas al balcón para que colocase los zapatos y la comida para los Reyes (polvorones y mantecados) y para sus camellos (ganchitos y agua). Y a la mañana siguiente, cuando me levantaron contentos diciéndome que había que salir al balcón a ver si habían venido los Reyes, les contesté rotundamente que no, que yo lo que quería era un biberón y marcharme al cole. Con un par.

Al final he de reconocer que los regalos me gustaron mucho, y he debido de ser un niño súper bueno porque me han dejado regalos en todas partes. Eso sí, antes de ver los que habían dejado en casa de mi yaya Nieves me di una vuelta por allí para asegurarme de que no andaba ningún Rey suelto. He debido de salir republicano como mi abuelo Juan Román.

Aquí os dejo algunas fotos de la noche de Reyes, la mañana de Reyes y de dos de mis regalicos (la cocina y la guitarra en casa de los yayos Azucena y Enrique).