Hoy, 17 de abril, es un día triste. Papi se ha tropezado con mi trompeta sonajero y la ha roto sin querer. Él casi se tuerce un pie y se pega un batacazo conmigo en brazos, pero lo que más nos ha dolido ha todos ha sido ver la pobre trompeta en el suelo, partida en dos. Porque esa trompeta era mucho más que un sonajero. Era mi juguete favorito, el que agitaba, chupaba y golpeaba con más emoción, y el arma con la que mis padres me han calmado en más de una ocasión. La de veces que me habrán hecho dejar de berrear agitándola fuerte al grito de "¡campaaaaaaaanayseacabó! ¡zas!".
Mañana iremos a comprar otra trompeta, pero ya no será lo mismo. Porque ésta era MI trompeta, LA trompeta, la primera; y la que compremos será la segunda, la que tuvimos que comprar porque la primera se rompió, y nunca tendrá la misma magia que la original. La primera la compraron mis papás sin mucha fe en que fuera a servir para mucho y se convirtió en algo imprescindible en nuestras vidas. Buscaban un sonajero con el que poder entretenerme, algo que pudiera agarrar y agitar con mi manita de bebé de dos meses y ella fue lo más parecido que encontraron. Era demasiado dura y con el asa demasiado ancha, pero la compraron igualmente. Y el tiempo demostró que no podían haber comprado un sonajero mejor.
Mis papás no pueden arreglarla porque soy pequeño y no puedo chupar cosas con pegamento. Además, si se rompiera otra vez podría hacerme daño. Pero tampoco la van a tirar. La van a guardar bien guardada y, cuando sea mayor, me la enseñaran con cariño y me dirán: "Mira, Mateo, éste fue tu primer juguete preferido: el sonajero trompeta".
Mañana iremos a comprar otra trompeta, pero ya no será lo mismo. Porque ésta era MI trompeta, LA trompeta, la primera; y la que compremos será la segunda, la que tuvimos que comprar porque la primera se rompió, y nunca tendrá la misma magia que la original. La primera la compraron mis papás sin mucha fe en que fuera a servir para mucho y se convirtió en algo imprescindible en nuestras vidas. Buscaban un sonajero con el que poder entretenerme, algo que pudiera agarrar y agitar con mi manita de bebé de dos meses y ella fue lo más parecido que encontraron. Era demasiado dura y con el asa demasiado ancha, pero la compraron igualmente. Y el tiempo demostró que no podían haber comprado un sonajero mejor.
Mis papás no pueden arreglarla porque soy pequeño y no puedo chupar cosas con pegamento. Además, si se rompiera otra vez podría hacerme daño. Pero tampoco la van a tirar. La van a guardar bien guardada y, cuando sea mayor, me la enseñaran con cariño y me dirán: "Mira, Mateo, éste fue tu primer juguete preferido: el sonajero trompeta".
Ooooooh... Pero no te preocupes Mateo, estas cosicas hacen que te hagas un hombre, la vida es dura... ya te darás cuenta, por suerte o por desgracia.
ResponderEliminarGuille tiene una caja de recuerdos donde le voy metiendo todas las cosas que ya no usa o se rompen, incluso un mechón de pelo de su primer corte de pelo.
Un beso ánimo chavalote!