El 22 de enero es un buen día, como cualquier otro, para ponerme el cachirulo si me da la gana. Suerte que tengo de ser un niño y no estar coartado por los convencionalismos y presiones que afectan a los adultos. Estoy seguro de que si no fuera por el qué dirán más de un adulto se plantaba el cachirulo como yo. Ay, pobres adultos... Habéis dejado de ser libres casi sin daros cuenta.
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