martes, 12 de agosto de 2014

las botas de agua

Ayer, 10 de agosto, Mario accedió, por fin, a cambiar sus botas de agua de ir por casa por unas chanclas de verano, para alegría de sus padres que temían ya por la integridad de sus delicados pies de bollito.

El monstruo


Si os fijáis bien en la pared blanca de la foto veréis que hay un trocito que parece haber sido tapado con yeso. Ese trocito, hasta hace bien poco, era un agujero oscuro y profundo en el que siempre nos deteníamos cuando pasábamos por aquí porque... ¡en ese agujero vivía un monstruo misterioso! Cuando nos sentíamos valientes, mirábamos por él hacia dentro de su guarida o metíamos la mano temiendo que en cualquier momento ¡zas!, nos pegase un bocado. Pero un día, ¡oh, alguien había tapado el agujero! Nos sorprendimos y nos preocupamos. ¿Qué habría sido del monstruo? ¿Adónde habrá ido? De lo que estamos seguros es de que habrá sido lo suficientemente rápido como para escapar antes de quedarse encerrado.   

Dibujar


Eso es lo que más me gusta hacer. Lleno hojas enteras de monstruos y muñecajos dibujados con rotulador o bolígrafo de color negro. No me detengo a pensar, no corrijo ningún trazo, no coloreo. Sólo dibujo.

En el supermercado


Los sábados por la mañana solemos ir a comprar con papá al supermercado. Reconozco que nos portamos un poco regular y que, a veces, campamos a nuestras anchas sin que mi padre pueda atarnos en corto (aunque tampoco es que le ponga mucho nervio a la cosa). Como esto sólo sucede los fines de semana, y casi siempre en el mismo supermercado, mi padre está convencido de que los trabajadores se deben de pensar que es un joven padre divorciado al que los fines de semana le toca hacerse cargo de los dos talibanes de hijos que tiene...