domingo, 1 de noviembre de 2009

la guardería y mi desarrollo como bebé


Esta foto corresponde a mi primer día de guardería, cuando aún no sabía lo que me esperaba. Reconozco que llevo un mes yendo y aún no le he cogido muy bien el punto a toda esta historia. No sólo porque todavía me quedo llorando cada vez que me dejan allí por la mañana (aunque cada día lo hago con menor intensidad; poco a poco aumenta la resignación), sino porque se supone que esa iba a ser la solución para que mi madre pudiera trabajar por las mañanas y, desde que voy, resulta que he estado más en casa que en la guardería.

Empecé un lunes y el martes por la noche ya estaba vomitando. Resultado: una semana sin acudir. Cuando me reincorporé, llegaron las fiestas del Pilar. Total, otros tres días sin aparecer por allí. Después duré una semana y otra vez caí, esta vez con un catarrazo de los gordos que he contagiado a mi abuelo, a mis dos abuelas, a mi padre y a mi madre, que ha sido la última en caer. Vamos, que he hecho pleno familiar con esta carita de bueno que tengo.

Mi maestra se llama Mariángeles y es muy simpática. Me ha enseñado donde está la nariz y donde está la oreja, aunque aún me hago un lío y a veces señalo las dos cosas en el mismo sitio. Además, mis papás me enseñaron a que me metiera el dedo en la nariz cuando me preguntaban "¿Qué hace el yayo cochino?" (he estado resistiéndome mucho tiempo a aprender estas cosas de mono de feria, pero alguna muestra tengo que darles de que mi desarrollo intelectual es el correcto), y cuando me preguntan dónde tengo la nariz me meto el dedo directamente porque me hace mucha gracia que mi mamá me lo quite de un suave manotazo diciéndome "¡Cochino!". Claro, que eso es algo sólo entre mi mamá y yo y el resto de espectadores, ingenuos al respecto, insite en decirme que la nariz está fuera del agujero.

También están insitiendo mucho en la guardería en que camine. Mis papás y mis yayos llevan ya un tiempo obligándome a esforzarme en ese aspecto, pero yo me resisto. Si voy de la mano o apoyado en algo aún me muevo de aquí para allá, pero en cuanto me sueltan me siento en el suelo y retomo el gateo. Yo no sé porqué insisten tanto, si cuando me suelte van a acabar harticos de perseguirme por ahí. Están tirando piedras contra su propio tejado pero, claro, son de esas piedras que hacen ilusion.

En dos o tres días ya me habré recuperado del catarro y supongo que mis padres volverán a llevarme a la guardería. Ahora que ya me había acostumbrado a estar en casita otra vez, vuelta a empezar con el disgusto cada mañana. Si cuando digo que ser bebé es duro...

No hay comentarios:

Publicar un comentario