Aprovechando las fiestas del Pilar, mis padres decidieron que sería buena idea llevarme a las ferias. Que con tantas lucecicas me iban a encantar. Que iba a pasármelo pipa montado en el carrusel. Así que me plantaron un cachirulo y allá que nos fuimos probablemente el día que más gente había tenido la misma idea, el sábado víspera del Pilar y a eso de las ocho de la tarde, para más inri.
Obviamente, no me gustó la experiencia en absoluto. Gente y más gente, un volumen de música atronador que variaba la melodía a cada paso y frío, además. Creo que por primera vez mis padres se dieron cuenta del follón que es eso. Claro, a lo que quisieron montarme en el carrusel yo estaba ya espantado y lo único que quería era salir de allí. Mi padre lo intentó varias veces, pero nada. Era subirme al caballito y echarme a llorar. La ficha verde (que costaba 2,50 euros, además) nos la quedamos de recuerdo. Me da a mí que el próximo año lo volverán a intentar.
Obviamente, no me gustó la experiencia en absoluto. Gente y más gente, un volumen de música atronador que variaba la melodía a cada paso y frío, además. Creo que por primera vez mis padres se dieron cuenta del follón que es eso. Claro, a lo que quisieron montarme en el carrusel yo estaba ya espantado y lo único que quería era salir de allí. Mi padre lo intentó varias veces, pero nada. Era subirme al caballito y echarme a llorar. La ficha verde (que costaba 2,50 euros, además) nos la quedamos de recuerdo. Me da a mí que el próximo año lo volverán a intentar.
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