viernes, 9 de septiembre de 2011

un conejo con ramas para saltar

Eso es lo primero que he dibujado en el colegio. Mi madre, no sé si por darme el gusto, por amor de madre o porque es verdad, me ha dicho que lo ve perfectamente. Por si vosotros no lo veis tan claro, ahí va el dibujo original y el dibujo "explicado".


jueves, 8 de septiembre de 2011

mi primer día en el cole de mayores


El martes fue mi primer día en el cole de mayores. Mis padres llevaban días, semanas, recordándome que iba a ir al cole de mayores, diciéndome que iba a conocer a niños nuevos, que era una cosa muy importante, blablabla... Menuda paliza me han dado, todo el verano con lo mismo.

Por fin, ese día tan importante llegó. Me levantaron más temprano que de costumbre, me hicieron desayunar y vestirme a toda prisa y me sacaron de casa a matacaballo. Total, para meterme en un sitio durante menos de una hora donde me lo pasé pipa jugando con plastilina y haciendo dibujos.

He de reconocer que por la mañana no quería ir. Y lo dije bien clarito: "No quiero ir al cole". Lo que pasa es que luego se me pasó porque, como voy a cumplir tres años pronto, ya seré mayor y no tendré que ir más (mi mamá se rió mucho cuando me escuchó decir eso). Aunque no me importaría seguir yendo porque ya os digo que es bastante divertido.

Al llegar al colegio nos pusieron a los seis niños de mi clase (sé que hay más pero, de momento, sólo he conocido a cinco) en una fila. Justo delante de mí estaba una niña que iba conmigo a la guardería a la que no hice ni caso, a pesar de que ella no dejaba de decirle a su papá "¡Mira, papá, mi amigo Mateo!". Lo siento, pero es que estaba a otra cosa. Estaba a asegurarme de que a todos les ponían en fila como a mí y a que mi mamá seguía por allí rondando. Le dije adiós con la mano y entramos. Y después salí la mar de contento. La foto que os dejo aquí me la sacó mamá justo antes de entrar.

lunes, 5 de septiembre de 2011

mateo y mario


Aquí estamos mi hermano y yo de buen rollo aunque, la verdad, no sé si Mario se fiaba mucho de que no fuera a dejarle caer "accidentalmente". Pobre Mariete. Le tengo un poco asustado porque a veces me pueden los nervios y le pego cada viaje y cada grito que para qué. Me emociono y me descontrolo, pero lo hago sin querer porque en realidad le quiero mucho, más ahora que ya hace alguna cosita más divertida como ruidos, cogerme del pelo o tocarme la cara. Yo creo que nos vamos a llevar bien...


mario insomne


Este soy yo volviendo de juerga a medianoche por un lugar oscuro.

la playa



Escribo este post también en nombre de mi hermano para dejar constancia de las pintas con las que nuestros padres han tenido la desvergüenza de llevarnos este año a la playa. Mi hermano lleva un gorro que parece un calcetín enano y yo parezco un chuloplaya recién llegado de la ruta del bacalao. Para rato bajan ellos con esas pintas pero, claro, nosotros, ajo y agua. Quéjate que te va a dar lo mismo. El año que viene habrá que ponerse firmes y unir fuerzas ante semejante humillación.

la lógica de mateo

Últimamente me da por ser un león muy malo o un dinosaurio muy malo, según toque el día. Hace no mucho, me dio por ser dinosaurio (muy malo, como digo) y, como tal, empecé a comerme a mi abuela a mordiscos.

-¡Te voy a comer un brazo! ¡Ñam!
-¡No, mi brazo, no!
-¡Y ahora el otro brazo!
-¡No, suelta, dinosaurio!
-¡Ñam!
-¡No, socorro, no!
-¡Ahora las piernas! ¡Ñam! ¡Ñam!

A las dos horas, mi abuela decidió que se iba a dar una ducha.

-¿Y para qué te vas a duchar si sólo tienes cabeza?

domingo, 4 de septiembre de 2011

ya empezamos

Ya empiezan mis padres a hacer de las suyas. Algo me había comentado mi hermano pero, como de momento me habían dejado tranquilo, pensé que se les había pasado la tontería y que algo bueno tenía lo de ser el segundo. Pero está visto que no. A mi hermano le tocó la caja del aguinaldo y a mí, la maleta. Al menos estaba blandita.



viernes, 2 de septiembre de 2011

mateo is a punk rocker

Soy un punk rocker. Es lo que hay. Me gusta guitarrear (o hacer como que guitarreo), pegarle golpes a cualquier cosa para hacer ruido, bailar como un loco y gritar como un energúmeno, incluso en inglés inventado. Por la calle me subo a los bancos y canto "Hey, ho, let's go" como homenaje a los Ramones o grito a los cuatro vientos que soy un anticristo emulando al bueno de Syd Vicious.

Mi abuelo sigue teniendo la ilusión de que algún día llegue a ser un cantante lírico de fama internacional, pero me da a mí que eso no es lo mío. A mí me va el ruido. Cuanto más, mejor. A mi madre la tengo asustadica perdida porque lo que más teme en este mundo es tener un hijo "destalentao", y a mi hermano Mario, ni os cuento, que sólo oye ruidos y no sabe por dónde le da el aire. El único que se une a mi afición es mi padre, que se aprovecha de la situación para hacer el gamberro para desgracia de mi madre.

Llevo meses pidiendo un tambor para mi cumpleaños. Mis padres tienen aún la esperanza de que se me olvide el tema pero el 27 de septiembre está al caer y ahí sigo, dale que te pego con el asunto. De momento, me apaño poniéndome un cubo en la cabeza y pegándole golpes a la tapa con una baqueta cutre, pero la cosa no puede seguir así mucho más. Tengo que evolucionar como artista, le pese a quien le pese.

el tren



En marzo viajé en tren por primera vez. El trayecto fue corto pero intenso: desde la estación de Delicias hasta Utebo. Galia me había regalado un pito para la ocasión y, como veis en la foto, hice buen uso de él.

el rayo mcqueen

Si el año pasado mi mayor afición eran las grúas y los vehículos de la construcción en general (ver post), este año me ha dado por las motos y los coches: descapotables, pick-ups, todoterrenos... y de carreras. Para mí, todos son de carreras. Veo coches de carreras por todas partes. Muy cutre tiene que ser el coche para que yo no lo considere de carreras. Consecuencia: me pego los paseos al grito de "¡Mira, un coche de carreras azul!","¡Mira, un coche de carreras rojo!", para paciencia de mis padres. Cualquier vehículo con ruedas me llama la atención, qué le voy a hacer yo. Soy un niño.

Pero si hay un coche por el que sienta especial predilección, ese es el Rayo McQueen. Tengo tres. Uno normalito, que fue el que desencadenó todo (gracias, Galia, nunca te lo agradeceré lo suficiente y mis padres te la guardarán de por vida), uno que me compró mi yaya Nieves que reposta gasolina y sale disparado, y otro que me compró mi yaya Azu que es una falsificación de las que claman al cielo (el Rayo McQueen, por ejemplo, lleva el número 95 y éste el 98) pero que tiene luces, música, se mueve solo de aquí para allá y mola un montón (mis padres también se la guardan a mi abuela Azu).

Como me gusta tanto, siempre me llevo uno a todas partes. Y, claro, normalmente luego no sé dónde lo he metido. Y venga todos a buscar el Rayo McQueen. Porque, claro, volverse a casa sin él es una tragedia. Mi madre se pega el día siguiéndole la pista. Si no fuera por ella, ya lo habría perdido en cualquier parte. Un día, antes de tener el tercero, se extraviaron los dos en casa a la vez. Era la hora de dormir y ya se mascaba la tragedia. Pero, ufff, menos mal que aparecieron y me pude ir a dormir tranquilo con uno bien agarrado en la mano.

Me gusta tanto que ahora, como no se me da muy bien eso de sonreír en las fotos (me parezco a Chandler en el capítulo de las fotos con Mónica), en vez de decir "patata" mi madre me pide que diga "Rayo McQueeeeeeeen" y salgo la mar de majo.